miércoles, 27 de enero de 2016

Átate bien los zapatos

- ¿Tú quieres triunfar verdad?
-Sí. La verdad es que sí.
- ¿Quieres hacer cosas importantes?
- Sí, así es.
- ¿Quieres vivir una vida que merezca la pena?
- Sí.Totalmente.
- Pues el secreto está en que todas las mañanas te ates bien los zapatos.
- ¿Qué?
- Pon la cabeza en lo que tienes delante. Concéntrate solo en lo que estás haciendo. Así lo harás lo mejor que puedas.
- Creo que te sigo...

jueves, 21 de enero de 2016

Alarma social

Siguiendo la línea de pensamiento del sociólogo Leo Harlem, permítanme que comparta una alarma social que he identificado en nuestros jóvenes: no saben dar la mano, y leen muy mal en voz alta (no quiero ni imaginarme cómo lo harán para sus adentros).

Con relativa frecuencia nos vemos en la tesitura de tener que estrechar la mano de otra persona. Quizás algunos adultos sean ya un caso perdido y que por el hábito adquirido no puedan cambiar con tanta facilidad como los jóvenes. En cualquier caso, la ausencia de presión en el momento de estrechar la mano de otra persona transmite una total ausencia de interés, seguridad, afecto o lo que quiera que significase para los antiguos dar la mano a un semejante. Este asunto me preocupa en los jóvenes, los centinelas del mañana, por la escasa importancia que dan a estos gestos. ¿Dónde está ese contacto visual que reconoce la presencia de la otra persona? ¿Ese dar la mano entera, y no solo un par de dedos? ¿Ese apretón corto, limpio y fuerte que le ahorre sensaciones extrañas a la otra parte?

Lo de la lectura sí que es como para convocar una manifestación silenciosa, por si hubiera entre las filas alguno de esos jóvenes que lamentablemente desconocen el sufrimiento que infligen en sus oyentes cada vez que tienen que escucharles leer una lectura en el funeral del abuelo, en un discurso del representante de alumnos de secundaria, en una clase de esas de "lea, por favor, en voz alta el punto 3.2 del libro". Solo les pido que golpeen a sus hijos con el mando de la playstation hasta que sean capaces de desarrollar ese milagro de la educación que es la lectura, combinados los ojos y la voz en un solo ejercicio.

Gracias por su atención.

jueves, 7 de enero de 2016

¿Quién me devuelve la honra?

Pensaba estos días de navidad en tanta gente que sufre. Sufrimientos físicos y espirituales, estos últimos quizás son más difíciles de remediar porque muchos no se ven o no se comprenden, y si se ven y comprenden a veces es poco lo que uno puede hacer.

Me detenía últimamente en los "famosos imputados". Hemos pasado de apenas utilizar esta palabra, a intercalarla en cada tres frases (para los menos avispados: se trata de una hipérbole). En mi caso he visto el inicio de muchos de estos procesos, y quizás la continuación, pero pocas veces el final. Reconozco que en ocasiones soy poco crítico, y me conformo con las noticias que leo en un solo periódico y en el telediario algunos días, de manera que es posible que se publique el final de muchos de estos procesos y yo no los lea.

¿Por qué se dan tantos detalles en cuanto se imputa a alguien? ¿Por qué aparecen sus fotos desde el primer momento? ¿Por qué se filtran cosas que están bajo secreto de sumario? ¿Por qué nos erigimos en jueces todos sin haber obtenido la plaza? ¿Por qué se alargan tanto, incluso años, los procesos?

Estas líneas están dedicadas a todos aquellos que han sufrido injustamente la deshonra, la difamación y las injurias. A todos aquellos que han sido estigmatizados por la sociedad como consecuencia de haber figurado en un proceso judicial, de haber sido imputados, e incluso condenados injustamente. A quienes no volvieron a salir en los telediarios o periódicos cuando se desestimaron los cargos, o cuando se reconoció un error judicial. A los que perdieron el apoyo familiar y de los amigos.

Termino con una frase muy acertada del duque de Rivas: "Vuestro soy, vuestra mi casa, de mi disponed y de ella, pero no toquéis mi honra y respetad mi conciencia."